Es la virtud que nos hace reconocer los derechos y la dignidad de las personas como seres únicos e irrepetibles, creados a imagen de Dios con inteligencia, voluntad, libertad y capacidad de amar.
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Es una virtud grata y viva que se manifiesta con signos exteriores: humor, jovialidad, gestos, risas, cantos, juegos y palabras.